Período Histórico
Edad Media
Período Musical
Edad Media
Las fronteras entre los períodos históricos son tan difíciles de trazar y están tan sometidas a cambios como las fronteras
arbitrariamente trazadas entre los países. Los escritores italianos del siglo XIV y XV creían que su civilización
representaba un renacimiento de las antiguas glorias de Grecia y Roma. Por tanto, designaron a todos los siglos
intermedios como medievales (literalmente «edad media»). Por erróneo que fuese el juicio de estos escritores, su
designación se ha mantenido, y los especialistas modernos ven generalmente el hundimiento del Imperio Romano de
Oriente en el siglo V como el comienzo de la Edad Media.
El fin del período medieval es aún más difícil de definir que su comienzo. El Renacimiento no apareció simultáneamente
en toda la Europa Occidental, y se manifestó de diferentes maneras en las distintas áreas del quehacer intelectual y
artístico.
Además, el resurgimiento del saber y de las letras no borró inmediatamente todas las huellas de los modos de
vida medievales. El saber y las letras, de hecho, distaban de estar muertos; dos o tres renacimientos precedieron lo que
conocemos como Renacimiento. Los historiadores de la música aceptan generalmente 1400 como un compromiso
práctico, aunque algo arbitrario. La continuidad de la evolución musical, por supuesto, ni se para ni cambia bruscamente
la dirección en ese año. Nos encontraremos, por el contrario, con que la música de las dos o tres primeras décadas del
siglo XV mira tanto hacia atrás como hacia adelante. Culmina los logros de la época medieval y al mismo tiempo ofrece
un firme fundamento sobre el cual podían construir los grandes compositores del siglo XV.
Esta primera desintegración del Imperio Romano fue sólo temporal. A principios del siglo IV se completó la restauración
del Imperio con tanto éxito que aseguró su supervivencia durante otros cien años.
La relativa estabilidad del siglo IV trajo consigo dos progresos de la mayor importancia. El primero supuso un cambio
asombrosamente rápido de la fortuna del cristianismo dentro del Imperio. De las cruentas persecuciones bajo
Diocleciano, el cristianismo avanzó hasta la completa tolerancia bajo Constantino (315-337) y se convirtió, por decreto
de Teodosio (379-395), en la religión impuesta a todos los individuos romanos salvo los judíos. Los hombres de
preeminencia social y política establecida se convirtieron en miembros del clero o consiguieron la preeminencia al
convertirse en sus miembros. Las iglesias adquirieron influencia y poder en todo el Imperio a través de la posesión de
extensas propiedades. Lo más importante de todo fue el establecimiento de un gobierno eclesiástico dispuesto según la
organización territorial del Imperio Romano. Esta consolidación de fuerzas hizo a la Iglesia capaz de sobrevivir, como la
misma Roma no podría hacerlo, a los desastrosos acontecimientos del siglo V.
El segundo progreso del siglo IV fue la fundación de Constantinopla y la consecuente división del Imperio en el Occidente latino y el Oriente griego. Esta evolución afectó también profundamente al futuro del cristianismo y, por tanto, a su música. Los efectos políticos no fueron menos notables; la parte oriental del Imperio sobrevivió a la occidental durante mil años, no siempre gloriosos. En virtud de su estratégica situación peninsular en la boca del Bósforo, Constantinopla resistió los repetidos ataques de los bárbaros del norte y de los musulmanes de Arabia antes de caer finalmente ante el Imperio Otomano en 1453. Además de servir así, como bastión del flanco sur de Europa, el Imperio Bizantino preservó las tradiciones culturales e intelectuales que se perdieron temporalmente en Occidente. En consecuencia, su contribución a la reconstrucción de Europa en los siglos siguientes al total hundimiento de Occidente en el siglo V hizo más que saldar cualquier deuda que pudiera haber contraído con Roma.
El segundo progreso del siglo IV fue la fundación de Constantinopla y la consecuente división del Imperio en el Occidente latino y el Oriente griego. Esta evolución afectó también profundamente al futuro del cristianismo y, por tanto, a su música. Los efectos políticos no fueron menos notables; la parte oriental del Imperio sobrevivió a la occidental durante mil años, no siempre gloriosos. En virtud de su estratégica situación peninsular en la boca del Bósforo, Constantinopla resistió los repetidos ataques de los bárbaros del norte y de los musulmanes de Arabia antes de caer finalmente ante el Imperio Otomano en 1453. Además de servir así, como bastión del flanco sur de Europa, el Imperio Bizantino preservó las tradiciones culturales e intelectuales que se perdieron temporalmente en Occidente. En consecuencia, su contribución a la reconstrucción de Europa en los siglos siguientes al total hundimiento de Occidente en el siglo V hizo más que saldar cualquier deuda que pudiera haber contraído con Roma.
Antecedentes
A los ciudadanos del Imperio Romano, hasta finales del siglo II, les debía parecer inconcebible que la paz y prosperidad
en la que vivían acabara alguna vez. El mundo romano mostraba todos los signos de ser fuerte, sano y estable, pero
antes incluso del final del siglo II, comenzaron a aparecer los síntomas de la decadencia. Los bárbaros ejercían una
presión creciente en las fronteras del norte, algunas ciudades tenían dificultades financieras, y sobre todo el problema
no resuelto de la sucesión imperial comenzaba a producir violentas guerras civiles. Hacia mediados del siglo III las luchas
internas del Imperio dejaba las fronteras abiertas a las invasiones bárbaras. Los francos y los alamanes llegaron hasta el
Rhin y se adentraron mucho más allá; los godos bajaron por el Danubio a las provincias del Mar Egeo; y al atacar los
persas se perdió el control de Asia.
La Caída del Imperio Romano
La historia del Imperio Romano, uno de los más grandes y duraderos de la antigüedad, llegó a su fin en el año 476 d.C.,
cuando el caudillo bárbaro Odoacro consiguió hacerse con el poder en Roma tras destituir de su puesto al joven Rómulo
Augusto. Para muchos historiadores, la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V marca el fin del mundo
antiguo y el inicio de la Edad Media.
Con la caída del Imperio la música entró en un momentáneo silencio, aturdida, como todas las artes, por la ruidosa caída
de Roma. Transcurrieron pocos años antes de que la nueva, frágil sociedad, ahora controlada por los bárbaros, volviera a
organizarse nuevamente: nuevas iglesias, más numerosas, más grandes, y nuevos monasterios fueron llenando la
geografía de una Europa todavía asustada por un futuro incierto e inseguro. En estos espacios, tímida y silenciosamente,
iniciaron a dialogar nuevas formas y nuevas culturas heredadas tanto de las culturas bárbaras, más cultas de lo que
solemos pensar, como de las nuevas regiones que la civilización cristiana estaba lentamente convirtiendo a su fe: Egipto,
Medio Oriente, Irlanda, España, África del Norte, entre otros.
El establecimiento de los reinos bárbaros independientes en el siglo V determinó las condiciones sociales y políticas que
habrían de prevalecer durante varios siglos, una de cuyas principales características fue la mezcla, en proporciones
variables, de elementos culturales romanos y germánicos.
La Iglesia occidental, como organización administrativa y territorial, que en cierta medida seguía el modelo imperial, se
convirtió en el elemento estabilizador y unificador en un mundo confuso y desconcertante, y pudo haber sido la
responsable de que tantas tribus germanas abandonaran su propia lengua por el latín que se hablaba en los territorios
invadidos, lo cual significó la evolución del latín a las lenguas romances modernas en España, Francia, Portugal e Italia.
Así, a partir del siglo VI, asistimos, por un lado, al desarrollo de una nueva Europa, de nuevos reinos y nuevas geografías,
y por el otro, el nacimiento de una nueva cultura, totalmente cristiana, capaz de uniformar bajo su mensaje de fe todas
las artes. En breve tiempo la música, adquiriría un valor fundamental como instrumento de transmisión de la fe cristiana
y como arma de control político.
Después de algunas derrotas preliminares, los musulmanes vencieron
finalmente a los moros, quienes les suministraron millares de tropas para la invasión de Europa.
En el año 711 una fuerza mora cruzó el estrecho de Gibraltar desde África bajo el mandato de Tariq. Empezó así la
dominación árabe de la Península Ibérica que se prolongaría durante ocho siglos, hasta 1492, momento en que el último
rey nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos.
La sabiduría árabe afectó profundamente a casi todos los aspectos de la evolución intelectual y cultural de la Europa
Occidental durante la Edad Media.
Expansión del Islam
Uno de los acontecimientos más determinantes e influyentes de la Edad Media fue la Expansión del Islam en Europa a partir
del año 711.
El Islam, en tiempos de la muerte de Mahoma, en el 632, apenas ejercía su autoridad más allá de la región Hiyaz de
Arabia, estrecha franja a lo largo del Mar Rojo que incluía la ciudad de la Meca, el centro musulmán más sagrado. En los
cien años siguientes, la Guerra Santa de los profetas del Islam extendió la dominación árabe por el este a través de
Persia y Afganistán hasta los Himalayas y por el oeste a través del norte de África hasta el Océano Atlántico. Todo esto
no se consiguió con la intervención exclusiva de los árabes. La conquista llevaba consigo la conversión y la esperanza de
disfrutar de los frutos de posteriores conquistas, lo que trajo indudablemente muchos seguidores a la nueva religión.
Esto sucedió con los moros del África Occidental.
Período Musical
Los "Renacimientos" de la Edad Media
Siglos VIII y IX: Renacimiento Carolingio
Mientras que el Islam hacia sus mayores conquistas y alcanzaba un alto grado de civilización durante el siglo VIII, el
mundo latino tocaba fondo en su caída al barbarismo.
La civilización urbana prácticamente había desaparecido. La aristocracia había degenerado en unos terratenientes
iletrados e ignorantes, cuya única ocupación, aparte de gozar de placeres físicos, era hacer la guerra. La ignorancia del
campesinado era aún más profunda. Sólo la Iglesia mantenía encendida la antorcha de la cultura, pero con una llama a
menudo insegura e increíblemente tenue. Los monjes irlandeses de los siglos VI y VII eran de los últimos que sabían
griego y pocos de los eclesiásticos más cultos podían presumir de un verdadero dominio del latín. El saber clásico estaba
casi olvidado, y el estudio de los autores paganos, cuando no estaba expresamente prohibido, se toleraba sólo por su
utilidad para perfeccionar el estilo del latín.Un hecho histórico significó un avance para salir de la decadencia cultural en la que se encontraba Europa occidental: el
restablecimiento del poder Franco durante los siglos VIII y IX, bajo la Dinastía Carolingia, llamada así por su
representante más destacado: Carlomagno.
Tres siglos después del colapso del Imperio Romano de Occidente, las liturgias latinas de Europa Occidental estaban
fragmentadas en numerosas variantes locales, como la romana (o gregoriana), la ambrosiana (o milanesa), la visigótica o
mozárabe (reino visigodo), o la galicana (reino franco), entre otras. Es entonces cuando el Imperio Carolingio se
proponen recuperar la unidad de la liturgia para el occidente cristiano.
La reunificación de las liturgias latinas por parte de Carlomagno obedece a una estrategia cuyo objetivo político consistió
nada menos que en refundar el Imperio Romano de Occidente. En efecto, el pujante Reino Franco abarcaba por
entonces la casi totalidad del occidente cristiano y se erigía además como el único poder político capaz de frenar al
expansionismo islámico que amenazaba desde el Mediterráneo y los Pirineos.
El Renacimiento Carolingio fue una renovación de la cultura latina. La actividad intelectual fomentada en sus escuelas
produjo especialistas y músicos teóricos que impulsaron un resurgimiento del saber y la cultura en Europa.
La influencia del Renacimiento Carolingio es determinante en términos de la organización política que daría origen al
Sacro Imperio Romano y en el desarrollo de la liturgia y la música de la Iglesia cristiana. Así, durante varios siglos
después de la muerte de Carlomagno (814), el crecimiento de la liturgia romana tuvo lugar principalmente en suelo
franco-germano. Asimismo, entre los años 800 y 1300, se originan, en lo que había sido el territorio del Imperio
Carolingio, los principales avances de la música occidental europea, entre ellos, uno de los más trascendentales de la
historia: la Invención de la Polifonía en el siglo IX, innovación que impulsó también el desarrollo de la escritura musical.
La peste negra fue una de las epidemias más devastadoras en la
historia de la humanidad que alcanzó su punto máximo en Europa entre los años 1347 y 1350. Redujo la población
europea de un total estimado de 80 millones a entre 30 y 40 millones. Se necesitaron 80 años, y en algunas áreas más
de 150 años, para que la población de Europa se recuperase. La peste no fue erradicada hasta el siglo XIX.
Desde la perspectiva de muchos de los supervivientes, sin embargo, el impacto después de la plaga fue mejor de lo
esperado, ya que el trabajo tenía una mayor demanda. La gran reducción de la población causada por la plaga trajo
precios más baratos de la tierra, más alimentos para el campesino medio y un aumento relativamente grande en el
ingreso per cápita. Un siglo más tarde, cuando se reanudó el crecimiento de la población, los campesinos volvieron a
enfrentarse a la privación y el hambre.
Siglo XIV: La Peste Negra
La devastación de la Peste Negra (1348) y otros desastres trajeron un repentino final al periodo anterior de masivo
desarrollo filosófico y científico.
Después de una de las pandemias más devastadoras de la historia, la peste negra, el continente europeo se vio inmerso
en un periodo de inestabilidad y pobreza, con más de un tercio de la población muerta a causa de la enfermedad. Esta
crisis sanitaria influyó en el arte, provocando que diferentes movimientos artísticos nacieran y se extendieran por toda
Europa.
Las consecuencias de la peste negra incluyeron una serie de trastornos religiosos, sociales y económicos que tuvieron
profundos efectos en el curso de la historia europea.
La Última Etapa de la Edad Media: Transición a la Edad Moderna
Desde la segunda mitad del siglo XIII comienzan a ponerse de manifiesto en Europa los rasgos de una crisis general que
afectará a sus poblaciones a lo largo del XIV y el XV, aunque en este último contemplaremos el desarrollo de vigorosos
procesos de recuperación económica y demográfica que, si bien conviven aún con las dramáticas expresiones de dicha
crisis, apuntan con claridad a su superación y a la configuración de un mundo renovado. Éste, sin hacer tabla rasa de las
estructuras medievales, muestra un cúmulo de expresiones que ya no son propias del medievo y que van a caracterizar
el tránsito de una sociedad feudal a otra capitalista a lo largo de la llamada Edad Moderna. La crisis tuvo consecuencias
dramáticas para los habitantes de Europa ya que el hambre, la guerra y la peste harán su comparecencia con reiteración
e intensidad.
Los profundos desarreglos estructurales que sufre Europa en los siglos XIV y XV darán lugar a un conjunto de reajustes
en los ámbitos social, económico, político y cultural que caracterizarán la llamada Edad Moderna, un periodo en el que
se produce el proceso de transición al capitalismo y que supone la superación paulatina de las constricciones de todo
orden vigentes en tiempos medievales.
En el aspecto social, continuaron los estamentos y el predominio de la aristocracia feudal, pero empezó a adquirir
mayor peso la burguesía, sector vinculado al comercio. Desde la Edad Media la sociedad estaba organizada en tres
órdenes o estamentos donde casi no existía la movilidad social y los hijos heredaban la condición y hasta el trabajo de
sus padres. Cada estamento tenía una función social, un estatuto jurídico particular y unas características propias: los
privilegiados -debajo del Rey- eran el clero (oraban para la salvación de las almas); la nobleza (luchaban para defender a
la sociedad), y en el tercer estamento se encontraba el resto de la sociedad (campesinos libres y siervos), cuya función
era trabajar para producir el alimento, siendo el orden no privilegiado y sobrecargado de impuestos.
La sociedad europea no era de ningún modo igualitaria. Así, encontramos a los nobles que basaban su prestigio en un
título de nobleza y eran los dueños de grandes extensiones de tierra. Eran muy cercanos a los reyes gobernantes, y
solían casarse dentro del mismo grupo para conservar la riqueza y los títulos. Los nobles eran dueños de las tierras, pero
no las trabajaban, sino que lo hacían los campesinos. Había campesinos pequeños propietarios de tierras, otros, la gran
mayoría trabajaba para los nobles y aún quedaban siervos; es decir, campesinos que eran considerados semi libres ya
que no podían abandonar la tierra de su señor.
Otro grupo importante era el clero, formado por miembros de la iglesia. Mientras que el papa, cardenales y obispos eran
ricos, poderosos y dueños de tierras al igual que los nobles, los curas de parroquias eran muy pobres al igual que los
campesinos.
Cuando comienzan a renacer las ciudades a fines de la Edad Media, aparece un nuevo grupo social: los burgueses.
Debido a su origen humilde fue considerado dentro del tercer estamento, aunque en realidad su mentalidad y forma de
vida no coincidía con los valores de la sociedad de ese momento. Dentro de la burguesía, que inicialmente trabajaba
para vivir, había médicos, maestros, pequeños comerciantes, artesanos, prestamistas y hasta grandes comerciantes que
habían logrado enriquecerse y vivir de sus rentas.
Europa tenía hacia 1500 una población aproximada de 80 millones de personas. El país más poblado era Francia con 16
millones de habitantes. Para 1600 la población había aumentado a 100 millones de personas. La mayoría de la
población seguía viviendo en el medio rural. En muchas zonas como Rusia, los Estados Alemanes y la Península Ibérica, la
población de las ciudades solo era alrededor del 5% del total. Por el contrario, en los Estados Italianos y los Países Bajos
la población urbana alcanzaba aproximadamente el 30%. Allí estaban las ciudades más pobladas y los burgueses más
ricos.
En el aspecto económico, durante los siglos XV y XVI se mantuvieron las formas feudales de producción, aunque se produjeron algunos cambios. Las ciudades italianas como Venecia y Florencia, y las de los países bajos como Ámsterdam, eran las más prósperas, gracias al comercio con el Lejano Oriente. Las especias, las sedas y los tapices enriquecían la mesa y los palacios de la nobleza y de la creciente burguesía. El desarrollo del comercio había permitido a los burgueses acumular riquezas y a partir del siglo XV impulsaron nuevas empresas desarrollando un sistema económico basado en la acumulación de capitales, denominado Capitalismo. Aparecieron nuevas técnicas comerciales, como la letra de cambio y la contabilidad por partida doble. Los burgueses, que invertían en el campo las ganancias obtenidas en el comercio, impulsaron adelantos técnicos y nuevas formas de producción en el ámbito rural. En el plano político, se constituyeron Estados centralizados en torno al monarca, que contribuyó al progresivo abandono de la fragmentación política del sistema feudal.
En el plano cultural, se destaca el pensamiento humanista –con su interés por el pasado-, y las traducciones de los sabios de la Antigüedad. Se revalorizó la experiencia como fuente de conocimiento en detrimento de la tradición, que había primado durante la Edad Media. La imprenta permitió difundir ampliamente no sólo las obras de la Antigüedad, sino también de eruditos medievales y la de los hombres del Renacimiento. En el arte surgieron nuevas formas de representación. Todo esto desplaza el saber escolástico medieval. El desarrollo de la ciencia y de la técnica trajo nuevas formas de concebir el universo y el mundo. La evolución de los medios de transporte favoreció la expansión del comercio marítimo y los viajes de exploración. Con la llegada de los europeos a América y la profundización del conocimiento de África se amplió el horizonte geográfico de los hombres europeos.
En el aspecto económico, durante los siglos XV y XVI se mantuvieron las formas feudales de producción, aunque se produjeron algunos cambios. Las ciudades italianas como Venecia y Florencia, y las de los países bajos como Ámsterdam, eran las más prósperas, gracias al comercio con el Lejano Oriente. Las especias, las sedas y los tapices enriquecían la mesa y los palacios de la nobleza y de la creciente burguesía. El desarrollo del comercio había permitido a los burgueses acumular riquezas y a partir del siglo XV impulsaron nuevas empresas desarrollando un sistema económico basado en la acumulación de capitales, denominado Capitalismo. Aparecieron nuevas técnicas comerciales, como la letra de cambio y la contabilidad por partida doble. Los burgueses, que invertían en el campo las ganancias obtenidas en el comercio, impulsaron adelantos técnicos y nuevas formas de producción en el ámbito rural. En el plano político, se constituyeron Estados centralizados en torno al monarca, que contribuyó al progresivo abandono de la fragmentación política del sistema feudal.
En el plano cultural, se destaca el pensamiento humanista –con su interés por el pasado-, y las traducciones de los sabios de la Antigüedad. Se revalorizó la experiencia como fuente de conocimiento en detrimento de la tradición, que había primado durante la Edad Media. La imprenta permitió difundir ampliamente no sólo las obras de la Antigüedad, sino también de eruditos medievales y la de los hombres del Renacimiento. En el arte surgieron nuevas formas de representación. Todo esto desplaza el saber escolástico medieval. El desarrollo de la ciencia y de la técnica trajo nuevas formas de concebir el universo y el mundo. La evolución de los medios de transporte favoreció la expansión del comercio marítimo y los viajes de exploración. Con la llegada de los europeos a América y la profundización del conocimiento de África se amplió el horizonte geográfico de los hombres europeos.