Antecedentes Históricos
H.Históricos
El Cristianismo en los Tres Primeros Siglos
La historia de los primeros cristianos se caracteriza por la persecución, el rápido crecimiento numérico y geográfico, el testimonio del martirio, el debate con la filosofía griega y el judaísmo y la proliferación de herejías.
El cristianismo primitivo fue un fenómeno principalmente urbano, minoritario y extraño al orden legal, oscilando entre la indiferencia de los Césares y las persecuciones que se sucedieron entre el Incendio de Roma del año 64 y hasta el Edicto de Tolerancia del año 311.
Frente a las violentas persecuciones de los emperadores, de Nerón en adelante, el canto de los primeros cristianos comenzó a transformarse en un elemento esencial de las primeras misas, un arma poderosa para luchar y seguir creciendo, para expandir sus comunidades más allá de Roma.
Estas primeras manifestaciones de música cristiana consistían en cantos sencillos, monódicos, con fuertes influencias orientales (el canto “Alleluja” es un ejemplo), ejecutados con la simple intención de aumentar la fuerza expresiva de sus primeras oraciones en los espacios más escondidos de las grandes ciudades. La estructura, marcada por una rígida ritualidad, consistía casi siempre en un diálogo (el canto “Kyrie Eleison” es un ejemplo interesantísimo) entre el coro de la comunidad (conocida como ekklesia) y el padre espiritual de dicha comunidad (el que pronto sería llamado obispo).
Año 311: Edicto de Tolerancia
El Edicto de Tolerancia de Nicomedia (Edictum tolerationis Galerii), del 30 de abril del año 311, puso un punto final a las medidas represivas instituidas en el Imperio romano en contra de los cristianos por el emperador Diocleciano. El edicto de Nicomedia fue promulgado por el emperador Galerio, quien inicialmente habría sido uno de los instigadores de la política de Diocleciano en este aspecto y como tal, según las fuentes cristianas de la época, uno de los más decididos enemigos del cristianismo.
Año 313: Edicto de Milán: se permite la libertad de culto no sólo a los cristianos.
Los emperadores Licinio y Constantino, en reuniones tenidas en Milán en febrero de 313, establecen que “a todos los súbditos, incluidos expresamente los cristianos, se les autoriza a seguir libremente la religión que mejor les pareciera”. Se superaba el decreto con el que Galerio unos años antes toleraba a los cristianos, cesando así la persecución de los cristianos por parte del estado romano.
Este período concluyó definitivamente con el Concilio de Nicea, en el año 325, cuando la Iglesia cristiana comenzó su rápida transformación hacia una institución legalmente permitida y mayoritaria. Los creyentes y, con ellos, sus cantos, finalmente podían salir de las catacumbas en donde por siglos se habían reunido para escapar de la violencia de los romanos. Finalmente podían ser aceptados y desarrollarse de forma más rápida y orgánica.
Año 380: El Cristianismo es declarado religión oficial del Imperio Romano
El 27 febrero del año 380, el cristianismo se convirtió en la religión exclusiva del Imperio Romano por un decreto del emperador Teodosio, lo que tuvo trascendentales consecuencias, marcando un hito en la historia europea porque unió las raíces judeo-cristianas con la antigüedad greco-romana, una simbiosis que trasciende hasta la actualidad.
A partir del siglo IV d. C. la fe cristiana se fue expandiendo alrededor del Mar Mediterráneo.
Desde Siria hasta España, pasando por Italia, Francia y Alemania, surgieron comunidades religiosas con sus propias tradiciones que, mezcladas con las romanas, crearon un panorama cultural y religioso heterogéneo y fascinante.
De todas las iglesias del mundo mediterráneo, Roma terminó siendo el centro de la cristiandad.
Año 476: Caída del Imperio Romano
La historia del Imperio Romano, uno de los más grandes y duraderos de la antigüedad, llegó a su fin en el año 476 d.C., cuando el caudillo bárbaro Odoacro consiguió hacerse con el poder en Roma tras destituir de su puesto al joven Rómulo Augusto.
Para muchos historiadores, la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V marca el fin del mundo antiguo y el inicio de la Edad Media.
Antes, en 410, las tropas visigodas encabezadas por Alarico ya habían saqueado la ciudad causando daños irreparables en la mentalidad de todo el imperio. Todos estos sucesos se marcaron como la caída del Imperio Romano, aunque no fueron los únicos, ya que el imperio llevaba años desangrándose y perdiendo fuerza en todos sus territorios europeos.
La mitad oriental, la que eventualmente se llamaría el Imperio Bizantino, continuaría existiendo durante otros 10 siglos y, en muchos sentidos, conservaría una identidad romana única.
Con la caída del Imperio la música entró en un momentáneo silencio, aturdida, como todas las artes, por la ruidosa caída de Roma. Transcurrieron pocos años antes de que la nueva y frágil sociedad, ahora controlada por los bárbaros, volviera a organizarse nuevamente: nuevas iglesias, más numerosas, más grandes, y nuevos monasterios fueron llenando la geografía de una Europa todavía asustada por un futuro incierto e inseguro. En estos espacios, tímida y silenciosamente, iniciaron a dialogar nuevas formas y nuevas culturas heredadas tanto de las culturas bárbaras, más cultas de lo que solemos pensar, como de las nuevas regiones que la civilización cristiana estaba lentamente convirtiendo a su fe: Egipto, Medio Oriente, Irlanda, España, África del Norte, entre otras.
El establecimiento de los reinos bárbaros independientes en el siglo V determinó las condiciones sociales y políticas que habrían de prevalecer durante varios siglos, caracterizadas por la mezcla, en proporciones variables, de elementos culturales romanos y germánicos.
La Iglesia occidental, como organización administrativa y territorial que en cierta medida seguía el modelo imperial, se convirtió en el elemento estabilizador y unificador de un mundo confuso y desconcertante, y pudo haber sido la responsable de que tantas tribus germanas abandonaran su propia lengua por el latín que se hablaba en los territorios invadidos, lo cual significó la evolución del latín a las lenguas romances modernas en España, Francia, Portugal e Italia.
Así, a partir del siglo VI, asistimos, por un lado, al desarrollo de una nueva Europa, de nuevos reinos y nuevas geografías, por el otro, el nacimiento de una nueva cultura, totalmente cristiana, capaz de uniformar bajo su mensaje de fe todas las artes. En breve tiempo la música, adquiriría un valor fundamental como instrumento de transmisión de la fe cristiana y como arma de control político.
Siglo VI: Se consolida la Cultura del Monasterio
El Sistema Monástico moldeó la vida religiosa de Europa y el desarrollo del canto en la liturgia.
Fue creado por San Benito (480-543), fundador de la orden Benedictina. Surgió de la necesidad de crear comunidades religiosas para albergar a los miles de nuevos ciudadanos romanos convertidos al cristianismo que habían optado por una vida ermitaña de meditación, oración y mortificación de la carne.
San Benito escribió un conjunto de normas conocida como la Regla de San Benito, entre las que figura el establecimiento del Oficio Divino, los cultos diarios que establece una división en ocho Horas Canónicas de acuerdo con un pasaje del salmo 118: «Siete veces al día te alabo y a medianoche me levanto para darte gracias». Como dice el propio San Benito en su Regula Monachorum: «…tributemos las alabanzas a nuestro Creador… a laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas, y levantémonos a la noche para alabarle: maitines». Una vez más la música sirve como vehículo de alabanza. Junto a varios tipos de cantos y oraciones, la base textual de las Horas está constituida por la recitación de los 150 Salmos durante el ciclo semanal, interpretados con unos estereotipos musicales que denominamos tonos salmódicos y que hacen referencia a unas sonoridades sistematizadas en los ocho modos eclesiásticos en lo que se clasifican las melodías gregorianas.
Así, en estos cultos el Canto tiene un lugar fundamental, cuyo objetivo es facilitar la memorización de los textos sagrados y solemnizarlos mediante una emoción especial.
Año 711: Comienza la Expansión del Islam en Europa
El Islam, en tiempos de la muerte de Mahoma, en el año 632, apenas se percibía su autoridad más allá de la región Hiyaz de Arabia, estrecha franja a lo largo del Mar Rojo que incluía la ciudad de la Meca, el centro musulmán más sagrado. En los cien años siguientes, la Guerra Santa de los profetas del Islam extendió la dominación árabe por el este a través de Persia y Afganistán hasta los Himalayas, y por el oeste a través del norte de África hasta el Océano Atlántico. Todo esto no se consiguió con la intervención exclusiva de los árabes.
La conquista llevaba consigo la conversión, y la esperanza de disfrutar de los frutos de posteriores conquistas trajo indudablemente muchos seguidores a la nueva religión. Esto sucedió con los moros del África Occidental. Después de algunas derrotas preliminares, los musulmanes vencieron finalmente a los moros, quienes les suministraron millares de tropas para la invasión de Europa.
En el año 711 una fuerza mora cruzó el estrecho de Gibraltar desde África bajo el mandato de Tariq. Empezó así la dominación árabe de la Península Ibérica que se prolongaría durante ocho siglos, hasta 1492, momento en que el último rey nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos.
La conquista no ofreció grandes hechos bélicos: las ciudades hispanogodas ofrecieron poca resistencia, firmando pactos y capitulaciones. En una docena de años los musulmanes poseían casi toda la Península Ibérica y presionaban hacia el Norte en los Pirineos. La conquista hacia la Galia Central fue detenida por Carlos Martel, del Imperio Carolingio, quien ganó una victoria decisiva en el año 732.
La España conquistada, bajo el nombre de Al-Andalus, pasó a ser provincia del Imperio musulmán y se hallaba sometida al califa de Damasco. La capital estuvo en un primer momento en Sevilla, pero pronto se trasladó a Córdoba.
Lo más asombroso de todo era que los conquistadores árabes impusieron una cultura nueva a los pueblos conquistados, crearon una de las grandes civilizaciones del mundo y establecieron para siempre el islamismo como una de las principales religiones de la tierra.
El dominio árabe toleró la existencia de judíos y cristianos, pero estaban obligados a pagar tributo como pueblos sometidos. El cristianismo no sólo sobrevivió en la España musulmana, sino que continuó desarrollando una de las grandes liturgias occidentales e incluso se puede decir que en España conoció un florecimiento durante los siglos de dominación árabe. Ciertamente el cristianismo, y en general la Europa Occidental, se aprovechó mucho de la riqueza y variedad que caracterizó a la literatura y al saber del Islam.
Incluso durante su primer y triunfante siglo, el mundo árabe empezó a manifestar la incapacidad de mantener una unidad política y religiosa. Así, a finales del siglo IX el Imperio Árabe había dejado de existir como entidad política. A pesar de todo, y pese a las amargas disputas teológicas, el mundo del Islam siguió estando unido por una cultura y civilización común. El principal factor conservador de esta unidad Cultural fue sin duda la existencia de una lengua común. Como el Corán, el libro de las revelaciones de Mahoma, era tan sagrado que tenía que usarse en la lengua original, el árabe se convirtió en todas partes en el idioma de los musulmanes cultos.
Los no creyentes cultos también aprendían el árabe, principalmente con el fin de mejorar su situación bajo los musulmanes. De una importancia mucho mayor, sin embargo, fue el contacto que el Islam estableció con la sabiduría acumulada de las anteriores civilizaciones. Este contacto hizo estallar una explosión cultural tan asombrosa como la expansión territorial del Islam.
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El Aporte Cultural Árabe
Los califas abasíes, sobre todo el famoso Harun al-Rashid (786-809) y su sucesor Al-Mamún (813-833), hicieron de Bagdad el centro desde el cual radiaban las ondas de la cultura a todo el mundo de lengua árabe. Bajo su patronazgo, se reunió una magnífica biblioteca de manuscritos y se fundó una escuela para el estudio de la ciencia y de la filosofía griega. A lo largo del siglo IX se disponía de casi toda la literatura griega de medicina, matemáticas y filosofía en traducción árabe. La situación de Bagdad, con sus rutas comerciales a Persia y a la India, puso la cultura y el saber de Oriente al alcance de los eruditos islámicos, que añadían esta información más coetánea a la que habían aprendido de los antiguos griegos. Entonces comenzaron a hacer importantes contribuciones propias en varios campos del quehacer intelectual. La erudición musulmana se transmitió rápidamente a otras escuelas musulmanas, incluyendo una tan lejana en Occidente como Córdoba, en España.
De hecho, fue sobre todo a través de España que se transmitió el saber árabe a Europa Occidental contribuyendo al Renacimiento medieval del siglo XII. Es una de las ironías de la historia que muchos escritores griegos fueron conocidos por primera vez en Occidente a través de traducciones latinas del árabe.
Gracias a las traducciones al árabe de textos griegos, siríacos, persas y sánscritos, realizadas en la Casa de la Sabiduría de Bagdad, se dan a conocer las teorías musicales de Pitágoras de Samos (580-500 a.C.), Aristóteles (384-322 a.C.), Aristóxeno de Tarento (350-? a.C.), Nicómaco de Gerasa (fl. 100 d.C.), y Claudio Ptolomeo (90-128). La concepción griega de la música como como «ciencia de la fabricación de melodías», manifiesta ya en Ishaq al-Mawsilí (m. 849), se difunde por todo el mundo islámico y abre el camino a un panorama totalizador de los fenómenos vocales e instrumentales, fundamentado en los principios científicos de la Antigüedad clásica.
La influencia musical Árabe
La música del Islam igualmente tuvo una influencia evidente en la música culta y religiosa de España, Francia e Italia.
Los instrumentos musicales musulmanes: cítara, dulcémele (santur), guitarra, laúd, pandero, rabel, timbal y muchos otros, sustituyeron en la Península Ibérica, y a través de ella en el resto de Europa, a la exigua variedad y primitivismo de los ya existentes. De estos se derivarían otros que serían fundamentales en la evolución de la música europea. Por ejemplo, del santur iraní surgieron los instrumentos de teclado como el clavicordio o clavicémbalo a partir del siglo XV, y el piano a partir del siglo XVIII.
Asimismo, en al-Andalus el canto mozárabe había suplantado en las iglesias al canto visigodo. Donde es muy grande la influencia de la música andalusí es en las famosas Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio (1221-1284), rey de Castilla y León. Este repertorio de más de 400 canciones tiene textos en galaico-portugués y presentan la forma de «zéjel». La mayoría de aquéllas narran milagros de María, la Paz sea con ella.
Asimismo, diversos ritmos y melodías surgidos de la escuela andalusí, como las zambras, pasarían a América con los moriscos y se transformarían en danzas como la zamba, el gato, el escondido, el pericón, la milonga y la chacarera en Argentina y Uruguay, la cueca en Perú y Bolivia y la tonada en Chile, las llaneras de Colombia y Venezuela, el jarabe de México o la guajira y el danzón de Cuba. El mismo tango tiene origen flamenco, voz que proviene del árabe fellahmenghu: «campesino errante».
Está muy claro que la sabiduría árabe afectó profundamente a casi todos los aspectos de la evolución intelectual y cultural de la Europa Occidental.
Siglos VIII y IX: Renacimiento Carolingio
Mientras que el Islam hacia sus mayores conquistas y alcanzaba un alto grado de civilización durante el siglo VIII, el mundo latino tocaba fondo en su caída al barbarismo.
La civilización urbana prácticamente había desaparecido. La aristocracia había degenerado en unos terratenientes iletrados e ignorantes, cuya única ocupación, aparte de gozar de placeres físicos, era hacer la guerra. La ignorancia del campesinado era aún más profunda. Sólo la Iglesia mantenía encendida la antorcha de la cultura, pero con una llama a menudo insegura y tenue. Los monjes irlandeses de los siglos VI y VII eran de los últimos que sabían griego, y pocos de los eclesiásticos más cultos podían presumir de un verdadero dominio del latín. El saber clásico estaba casi olvidado, y el estudio de los autores paganos, cuando no estaba expresamente prohibido, se toleraba sólo por su utilidad para perfeccionar el estilo del latín.
Un hecho histórico significó un avance para salir de la decadencia cultural en la que se encontraba Europa occidental: el restablecimiento del poder franco, durante los siglos VIII y IX, bajo la Dinastía Carolingia, llamada así por su representante más destacado, Carlomagno.
Afortunadamente para la siguiente historia de Europa, Carlomagno no solo dedicó su tiempo y su energía a las conquistas militares. De hecho, dedicó gran parte de su atención a mejorar el sistema de educación en todo el Imperio. Sus esfuerzos en este sentido pueden haber estado inspirados en parte en el deseo de conseguir la unidad política y religiosa, pero Carlomagno parece también haber sido consciente de la necesidad de una clase gobernante culta.
Tres siglos después del colapso del Imperio romano de occidente, las liturgias latinas de Europa Occidental estaban fragmentadas en numerosas variantes locales, como la romana (o gregoriana), la ambrosiana (o milanesa), la visigótica o mozárabe (reino visigodo), o la galicana (reino franco), entre otras. Es entonces cuando el Imperio Carolingio se propone recuperar la unidad de la liturgia para el Occidente cristiano.
La reunificación de las liturgias latinas por parte de Carlomagno obedece a una estrategia cuyo objetivo político consistió nada menos que en refundar el Imperio Romano de Occidente. En efecto, el pujante reino franco abarcaba por entonces la casi totalidad del occidente cristiano y se erigía además como el único poder político capaz de frenar al expansionismo islámico que amenazaba desde el Mediterráneo y los Pirineos.
El Renacimiento Carolingio fue una renovación de la cultura latina. La actividad intelectual fomentada en sus escuelas produjo especialistas y músicos teóricos que impulsaron un resurgimiento del saber y la cultura en Europa.
La influencia del Renacimiento Carolingio es determinante en términos de la organización política que daría origen al Sacro Imperio Romano y en el desarrollo de la liturgia y la música de la Iglesia cristiana. Así, durante varios siglos después de la muerte de Carlomagno (814), el crecimiento de la liturgia romana tuvo lugar principalmente en suelo franco-germano. Asimismo, entre los años 800 y 1300, se originan, en lo que había sido el territorio del Imperio Carolingio, los principales avances de la música occidental europea, entre ellos, uno de los más trascendentales de la historia: la invención de la Polifonía en el siglo IX, innovación que impulsó también el desarrollo de la escritura musical.
Renacimiento del siglo XII
El siglo XII en Europa presenció una serie de cambios económicos, sociales, políticos, ideológicos que se puede situar entre dos hitos históricos: la Primera Cruzada (1099) y la Batalla de Legnano (1176).
Tales cambios tendían a cuestionar el viejo orden agrario y rural del feudalismo como consecuencia de la irrupción de un nuevo agente económico y social: la burguesía mercantil y artesanal de las resurgentes ciudades. Significó una revitalización intelectual de Europa con fuertes raíces filosóficas y científicas, que iniciaron el camino a los posteriores logros literarios y artísticos de la Edad Media final y de los inicios de la Edad Moderna: el Humanismo y el Renacimiento de los siglos XV y XVI y la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII.
La época de las Cruzadas, la del alzamiento de las ciudades y de los primeros estados burocráticos de Occidente, vio la culminación del Arte Románico y el comienzo del Gótico; la emergencia de la literatura vernácula; la resurrección de los clásicos latinos, la poesía latina y el Derecho Romano; la recuperación de la ciencia griega, con sus aportes árabes, y gran parte de la filosofía griega; y el origen de las primeras Universidades europeas. El siglo XII dejó su firma en la educación superior, en la filosofía escolástica, los sistemas jurídicos europeos, en la arquitectura y la escultura, en el teatro litúrgico, en la poesía latina y vernácula. En la Música este período significó un impulso formidable al desarrollo de la polifonía, técnica inventada en el siglo IX.
Cambios políticos
Dos importantes procesos políticos se desarrollaron en Europa durante este período. Por una parte, el sistema feudal europeo se extendió considerablemente en tierras emplazadas hasta entonces fuera del mismo, y por la otra, comenzó el proceso de centralización que fue trasformando lentamente las monarquías feudales en monarquías autoritarias (a finales de la Edad Media), y que terminó por dar origen a las Naciones-Estado, ya en la Edad Moderna.
Todos estos cambios políticos se relacionan con la inesperada alianza que los reyes establecieron con la burguesía urbana, en la que encontraron un gran aliado que usar en contra de la nobleza feudal terrateniente, alianza que les permitió obtener los recursos necesarios para crear un sistema fiscal moderno, base de la consolidación de su poder por sobre los señores feudales, visiblemente más débiles.
Cambios económicos y sociales
Los cambios políticos precedentemente señalados, fueron a la vez causa y consecuencia, por obra de un proceso de retroalimentación, de una serie de cambios económicos y sociales. Por una parte, el feudalismo le había proporcionado estabilidad social a Europa, librándola de las destructoras invasiones de vikingos, magiares y sarracenos de siglos precedentes. Asimismo, desde la época carolingia los métodos agrícolas habían experimentado una revolución, con nuevas técnicas de ganadería y cultivo. Por otra parte, en los nacientes burgos comenzó a surgir un nuevo segmento social dedicada al intercambio de excedentes productivos derivados de la agricultura, inaugurando así las ferias y mercados medievales.
Estos nuevos comerciantes, los burgueses, activos y emprendedores, entraron en conflicto con el mundo feudal, basado en la tradición y la pasividad social. Las ciudades y la burguesía fueron así los motores en los que se apoyaron los reyes para imponerse progresivamente a sus turbulentos señores feudales. De este modo, el comercio empezó a corroer las bases económicas del orden feudal.
La Primera Cruzada, por su parte, creó un activo intercambio comercial entre Oriente y Occidente, que fue aprovechado por las ciudades italianas para crear riqueza, aprovechando su posición de intermediarias, financiando de este modo el movimiento comunal italiano. Aunque las Cruzadas resultarían finalmente fracasadas, ciudades como Génova, Venecia y Pisa se habían transformado hacía tiempo en importantes actores políticos, dándole nuevo poder a la burguesía.
Una Nueva Visión del Mundo
Los burgueses trajeron consigo una nueva ética y una nueva manera de entender la vida y el mundo. Para los burgueses, vinculados psicológicamente a su dinero, lo principal era la vida mundana y los placeres terrenales. En esto se distanciaban decisivamente del mundo feudal, que en lo valórico privilegiaba la vida espiritual y la visión del cuerpo como una «cárcel del alma». Impusieron también una nueva ética del trabajo, de la legitimidad del lucro y la ganancia (incluso de la usura), y del esfuerzo e iniciativa individual por encima de la obediencia y la adscripción a entes colectivos.
Lo Mundano y la aparición del Pulso en la Música
Esta nueva visión del mundo se plasma en la Música a través de la aparición del Pulso a partir del siglo XII. El Pulso plantea la división regular del tiempo en el lenguaje musical en contraste con la visión anterior que concebía la vida terrenal sólo como un medio para acceder a la dimensión atemporal divina, fuera del tiempo mundano, que se manifiesta en la música del período anterior por la ausencia de Pulso. La aparición incipiente del Pulso obedece a un cambio filosófico en la concepción de la existencia del ser humano, valorizando la existencia mundana. Esta nueva concepción filosófica emerge con el surgimiento de una nueva capa social, la burguesía, y con la irrupción de la cultura profana durante el Renacimiento Medieval del siglo XII y XIII.
Ciencia
La enseñanza filosófica y científica en la Alta Edad Media se basaba en las pocas copias y comentarios de textos griegos antiguos que se habían conservado en Europa Occidental tras el colapso del Imperio Romano de Occidente. La mayor parte de Europa había perdido contacto con el conocimiento del pasado.
Este escenario cambió con el Renacimiento del siglo XII. El creciente contacto con el mundo islámico, que atravesaba la Edad de Oro del Islam, en Al-Ándalus y Sicilia (Emirato de Sicilia), las Cruzadas, la Reconquista, así como el incremento de los contactos con el Imperio bizantino, permitió a la cristiandad latina buscar y traducir las obras de los filósofos y científicos griegos e islámicos, especialmente las obras de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Plotino, Geber, Al-Khwarizmi, Al-Razi, Abulcasis, Alhacén, Avicena, Avempace, y Averroes, entre otros. El desarrollo de las universidades medievales contribuyó a la traducción y propagación de esos textos y comenzó una nueva infraestructura necesaria para las comunidades científicas.
Tanto Bizancio como el mundo musulmán ocuparon territorios donde descansaban copias de libros del saber antiguo clásico, que ayudaron a preservar y transmitir a la cristiandad latina.
En el siglo XIII la renovación intelectual tendría un carácter más importante. Se iniciarían entonces los debates escolásticos en las universidades europeas. Según Southern, «la digestión de la lógica de Aristóteles fue la tarea intelectual más grandiosa del período desde el final del siglo X al final del siglo XII.» Durante el siglo XII en Europa hubo un cambio radical en la tasa de innovaciones y nuevos inventos, lo que tuvo influencia en la transformación de los medios de producción tradicionales y el crecimiento económico. En menos de un siglo hubo más inventos desarrollados y aplicados con utilidad que en los mil años anteriores de la historia humana en todo el mundo. El periodo vio avances tecnológicos importantes, como la invención del grabado, la pólvora, la lente, la mejora de los relojes, el astrolabio, y una gran mejora de los barcos. Estos dos últimos hechos hicieron posible la futura Era de la Expansión Europea que comenzaría en el siglo XV.
La primera mitad del siglo XIV vio alumbrar muchas obras científicas de importancia, en su mayor parte en el marco de los comentarios escolásticos a las obras de Aristóteles. Dos siglos más tarde, comenzó la Revolución Científica Europea, que puede también entenderse como una recuperación el proceso de cambio científico detenido durante la crisis final de la Edad Media.
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Escolástica
Un nuevo método de enseñanza, denominado Escolástica, se desarrolló desde finales del siglo XII a partir del redescubrimiento de las obras de Aristóteles. El método escolástico se basó en el empirismo y apoyó las doctrinas católicas sobre el estudio secular, la razón y la lógica. Se oponía al misticismo cristiano y a las creencias platónico-agustinianas en la mente dualista (dualismo, filosofía de la mente) y a la consideración del mundo como intrínsecamente malo. El más famoso de los practicantes de la escolástica fue Santo Tomás de Aquino (posteriormente canonizado y declarado doctor de la Iglesia), quien lideró el tránsito del platonismo y el agustinismo antes imperantes hacia el aristotelismo.
Cambios artísticos
Los cambios en las tendencias políticas y sociales se manifestaron en una serie de transformaciones artísticas. El siglo XII es la época en que el arte románico hace su transición al arte gótico.
En líneas generales, la arquitectura románica se caracteriza por sus edificios con gruesas murallas y más o menos rechonchos, debido a que los conocimientos de ingeniería de la época impedían construir edificaciones de mayor altura. Pero a comienzos del siglo XII dos poderosas innovaciones arquitectónicas: el contrafuerte y el arco en ojiva permitieron apuntalar las paredes y adelgazarlas permitiéndoles sostener un peso mayor. Dicha transformación es bien visible en la arquitectura de los monasterios cistercienses, que son considerados con razón como la transición entre ambos estilos, en particular por la explosiva cantidad de ellos que se construyeron en toda Europa.
A finales del siglo XII comienza la edificación de las primeras catedrales góticas propiamente tales, como por ejemplo la Catedral de Chartres.
Estos cambios en la ingeniería y la arquitectura, iban de la mano con los cambios económicos y sociales. El arte románico había sido desarrollado fundamentalmente al servicio de los reyes y de la Iglesia católica, mientras que el arte gótico se desarrolló en buena medida al servicio de los burgos, que coincide con el despuntar del Gótico. Iniciada la moda de las catedrales góticas, cada burgo pretendió tener una más grande que las demás, y de ahí que, andando el tiempo, se irían construyendo cada vez mayores. Tener una gran catedral no sólo implicaba hacer votos de religiosidad, sino también dar a los burgos vecinos una muestra de su propio poderío económico, invirtiendo en un edificio grande y solemne que les diera prestigio.
Cambios religiosos
Todos estos procesos (concentración del poder político, guerras «el infiel», crecimiento de los burgos, declive del sistema feudal, auge del comercio y la industria, cambios artísticos, etc.) se vieron marcados también por profundos cambios en la espiritualidad medieval. La Iglesia Católica, el organismo religioso predominante en la época, estuvo abocado a profundos cambios intelectuales.
En materias teológicas, la principal innovación fue la recepción de numerosas ideas foráneas. Entre ellas, Occidente empezó a prestar atención a Aristóteles. Hasta el momento, la teología cristiana estaba basada en las ideas platónicas que había adaptado San Agustín en el siglo V. La simbiosis entre Teología cristiana y el aristotelismo no llegaría sino hasta el siglo XIII, de la mano de Santo Tomás de Aquino.
Consecuencias
Como puede observarse, el Renacimiento del siglo XII estuvo estructurado por una enredada maraña de cambios, que sucedían al mismo tiempo y que se retroalimentaban unos con otros, arrojando a Occidente en una pendiente imparable de cambios sociales. Al iniciarse éstos, Occidente era una sociedad agraria y feudal. En el paso del siglo XII al XIII, se había consolidado todo un nuevo sistema social, basado en los burgos, sobre una nueva ética, y al mismo redefiniendo el mapa político de Europa, en donde los reyes pesarían cada vez más, en desmedro de los señores feudales. En cierto sentido, puede decirse que la consecuencia más importante del Renacimiento del siglo XII fue haber cambiado un sistema estático y de inmovilismo social.