El Post Romanticismo

P.ROMÁNTICO

El Post-Romanticismo

El inicio del post-romanticismo puede situarse a partir de los compositores Johannes Brahms (1833- 1897) y Anton Bruckner (1824-1896) y Richard Wagner (1813 – 1883). 

Richard Wagner (1813 – 1883) Preludio y Muerte de Amor / de la ópera Tristán e Isolda

El post-romanticismo musical no es otra cosa que una deseada prolongación del romanticismo en una época cada vez más desarrollada industrialmente, más compleja desde el punto de vista social y en la que confluyen nuevos movimientos literarios y culturales.

En el último tercio del siglo XIX, las chimeneas de las fábricas echan cada día más humo; el gran capitalismo se desarrolla; la electricidad y el petróleo se convierten en fuerzas mundiales y provocan grandes conflictos en todas las naciones. Estallan las primeras grandes luchas sociales.

Es la etapa del fabuloso crecimiento industrial, de la construcción de las grandes ciudades. Es época también de gran incredulidad religiosa, precisamente por el triunfo de la concepción burguesa de la existencia.

El romanticismo se resiste a morir y se alimenta de la forma de vida que se está perdiendo. La industria abruma a los hombres con su ruido y se añora el silencio. Las comunicaciones empiezan a eliminar barreras y misterios y en el romanticismo permanece el deseo de lejanía y de emociones. La vida se vuelve gris y monótona, lo que explica los grandes coloridos musicales y orquestales postrománticos.

Todo el post-romanticismo va en busca de la belleza; Estos románticos tardíos tratan de retener una vida que se escapa y buscan todavía el mundo de la belleza, de lo exótico. Los artistas no se dan cuenta de cuan dura es la vida alrededor, sino que continúan el sueño romántico.

Las características musicales esenciales del romanticismo se prolongan en el post-romanticismo con algunas diferencias de orden formal: 

  • Gigantismo de la forma sinfónica.
  • Menos consideración a la música de cámara y a la forma sonata, salvo el caso de Brahms y sus seguidores. 
  • Romanticismo menos íntimo y más popular, menos idealista y más en consonancia con los movimientos naturalistas y realistas de la época.

Wagner, Brahms y Bruckner son claves para entender la música postromántica de la segunda mitad del siglo XIX. Sin el Wagner pensador, Nietzsche y Thomas Mann serian poco explicables. Tampoco serian explicables Mahler, Strauss y tantos otros compositores postrománticos sin el Wagner músico. Wagner lleva a su más alto grado de eficacia el complejo de contradicciones y contrastes románticos. Brahms logra conciliar la tradición Clásica con los más altos anhelos artísticos del romanticismo y Bruckner lleva al plano de la trascendencia mística los valores estéticos musicales del siglo XIX.

La Música de estos tres compositores es fundamental para la aparición de tres hombres que cambiaron el curso de la historia de la música. Cada uno a su manera, derrumbaron las catedrales románticas de la música e iniciaron la aventura musical contemporánea: Claude Debussy, Igor Stravinsky y finalmente Arnold Schöenberg. 

Claude Debussy (1862 – 1918) Preludio a la Siesta de un Fauno:

La renovación del concierto sinfónico

El surgimiento de un nuevo repertorio sinfónico post-romántico en las últimas décadas del siglo XIX fue propiciado por: 

  • La consolidación de las grandes Orquestas Sinfónicas europeas. 
  • La renovación de la vida concertística en Salas de Concierto consagradas al arte musical y no solo al entretenimiento. 
  • La formación de un público entendido y preparado para la apreciación de la música instrumental, sustentado en la tradición de la actividad musical de las grandes ciudades europeas.
  • La consagración de un amplio repertorio de música de grandes obras sinfónicas formado desde Haydn y Mozart hasta los grandes maestros del Romanticismo temprano. 
  • La influencia de los progresos en la técnica de la dirección de orquesta -especialmente a partir de Mendelssohn, Liszt y Wagner- que instauraron una disciplina de ensayo y establecieron unos estándares de calidad que hicieron posible el nacimiento de un nuevo tipo de divo musical: directores de orquesta como Hans von Bülow o Gustav Mahler.

Progresivamente, las grandes ciudades competirán entre sí por la calidad de sus agrupaciones sinfónicas, sostenidas de forma privada gracias a la venta de abonos y aportaciones particulares. Así, estas décadas verán también el nacimiento de algunas de las más importantes orquestas de nuestro tiempo: así, a la nómina constituida por legendarias agrupaciones como la Staatskapelle de Dresde, la Gewandhaus de Leipzig (1781), la Filarmónica de Nueva York (1842) o la Filarmónica de Viena (1842), vendrán a sumarse ahora nuevas orquestas que tendrán en la música de concierto -y no en la ópera- su actividad principal, como la Orquesta Sinfónica de Boston (1881), la Filarmónica de Berlín (1882), la Filarmónica de San Petersburgo (1882), la Filarmónica Checa (1896) o la Sinfónica de Londres (1904), entre otras.

El Nacionalismo Musical

El período romántico tardío (segunda mitad del siglo XIX) también vio el auge de los géneros llamados «nacionalistas» que estaban asociados con la música popular (folclórica) y la poesía de determinados países. La noción de música alemana (Bruch) o italiana (Puccini), ya estaba largamente establecida en la historia de la música, pero a partir de finales del siglo XIX se crearon los subgéneros ruso (Glinka, Músorgski, Rimski-Kórsakov, Cui, Balákirev, Borodin, Chaikovski), checo (Smetana, Dvorak), noruego (Grieg), finlandés (Sibelius), español (Albéniz, Granados), británico (Elgar, Delius) y estadounidense (Parker, Mac Dowell). Muchos compositores fueron expresamente nacionalistas en sus objetivos, buscando componer ópera o música asociada con la lengua y cultura de sus tierras de origen.

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El Impresionismo musical

El Impresionismo musical es el estilo musical sintetizado por Claude Debussy y amplificado por el cosmopolitismo musical del París de la Belle Époque. Debussy cruzó las corrientes más avanzadas de la música francesa y rusa de su tiempo, desde el modalismo (redescubrimiento del sistema modal) del movimiento neogregoriano francés hasta los experimentos armónicos de compositores rusos como Musorgsky y Rimsky-Korsakov.

A ello cabe sumar su admiración por la sensualidad de las óperas Tristán e Isolda [1865] o Parsifal [1882] de Richard Wagner, el descubrimiento de la música de gamelán javanesa y, por último, la búsqueda de un ideal sonoro evocador de la serenidad y belleza de una antigüedad helénica idealizada. Si a ello añadimos la inspiración de las músicas populares española y estadounidense de algunas de sus obras, obtendremos una idea bastante aproximada de la diversidad de las fuentes del estilo de Claude Debussy.

El sistema impresionista permitirá la integración de materiales muy diversos –modos eclesiásticos o gregorianos, escala de tonos enteros, escala pentatónica, escala andaluza, etc.-, que a su vez dotarán a la armonía impresionista de colores muy variados y característicos sin comprometer la coherencia estilística.

Se inscribe así en una corriente estética que reacciona frente al discurso dialéctico germánico, contraponiendo a éste un refinamiento y sensualidad específicamente franceses que podemos reconocer en la obra de sus algunos de sus contemporáneos.

La musicología reciente ha puesto de manifiesto la deuda del Impresionismo francés con respecto a la música rusa, como el ritmo o el material folclórico. Debussy tuvo ocasión de admirar en su juventud la obra de compositores como Alexandr Borodin, Modest Musorgsky o Nikolai Rimsky-Korsakov durante sus estancias en Moscú como maestro de música de las hijas de Nadezhda von Meck a principios de la década de 1880.

Aleksandr Borodin (1833 – 1887) Sinfonía Nº 2 en si menor:

Modest Mussorgsky (1839 – 1881) Suite Cuadros de una Exposición / Orquestación; Maurice Ravel

Nikolái Rimski-Korsakov (1844 – 1908) Suite Sinfónica Sherezade

La experimentación armónica y formal desarrollada por estos músicos cristalizó a final de siglo en una suerte de Impresionismo ruso que tuvo sus más importantes referentes en el propio Rimsky-Korsakov y en el visionario Alexander Scriabin.