Período musical

Música Aleatoria

SIGLO XX

Música Aleatoria

Hubo dos tendencias de reacción al hiper-control y a la ultra-determinación de parámetros del serialismo integral. Una, generada en Europa por varios de los mismos compositores que adherían al serialismo y la otra, más radical, gestada en Estados Unidos por autores como John Cage y Morton Feldman. En ambos casos se trataba de incorporar la improvisación, la indeterminación de algunos parámetros como las alturas, las duraciones, los modos de ataque, e incluso, acerca de qué es lo que sonaría en el momento de ejecución de la obra. Esta tendencia culmina introduciendo el azar y aleatoriedad en la interpretación de la obra, en la que el ejecutante determina la estructura final de la música, mediante la reordenación de cada una de sus secciones, o mediante la interpretación simultánea de varias de ellas.

El deseo del serialismo integral de dotar a la composición musical de sistemas que la volvieran coherente mediante el control y la determinación total, paradojalmente, produce muchas veces en el auditor la impresión de ser obras casi improvisadas. Para quien escucha, muchas de estas composiciones, en extremo racionales, no tienen un aspecto demasiado distinto al de enjambres de notas, de duraciones contrastantes y elegidas al azar. Para algunos compositores lo mismo podía lograrse sin tanta predeterminación y conservaría lo que, a partir del dodecafonismo, había sido el objetivo del modernismo: vencer la sensación de direccionalidad del antiguo sistema tonal.

Las corrientes aleatorias tuvieron algunas de sus más significativas representaciones en las creaciones del estadounidense John Cage, Music of Changes (1951 Música de Cambios), el alemán Karlheinz Stockhausen Hymnen (1967; Himnos), los italianos Bruno Maderna y Franco Donatoni, el español Luis de Pablo, los argentinos Alberto Ginastera y Mauricio Kagel, el peruano Leopoldo La Rosa y el francés Pierre Boulez.

En el Concierto para piano y orquesta de John Cage, los instrumentistas elijen lo que tocan, cada uno por separado, entre una variada gama de posibilidades. 

El compositor abandona el lugar autoritario de demiurgo, de organizador supremo del hecho artístico, en favor de formas de interpretación y audición más comprometidas, y el mismo oyente, junto al intérprete en algunos casos, interviene ejecutando acciones que determinan el resultado final de la música.

La Obra y el Contexto

Otra de las nociones que incorpora la Música Aleatoria es la interacción de la obra y su contexto. De hecho, hay casos en que lo que define a una obra como tal es su contexto. Una tela vacía no tendría ninguna significación artística en una casa de insumos para artistas plásticos. Sin embargo, el solo hecho de colgarla en la pared de un museo le conferiría el poder de dialogar con la tradición. Asimismo, combinaciones de fuentes sonoras de la vida cotidiana, diseñadas por un autor y puestas en situación de concierto pasan a tener una significación que las convierten en obra de arte. 

Este concepto fue inaugurado por el artista francés Marcel Duchamp quien plantea que cualquier objeto mundano podría considerarse una obra de arte sacándolo de su contexto original y situándolo en otro que modifica su significado original, generando una tensión entre el objeto y su nuevo contexto. Esta operación artística se denomina readymade. Duchamp inició este movimiento al instalar, en 1917, un urinario en una exposición organizada por la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Su obra se tituló La Fuente, con lo que el título de la obra también interviene agregando otro plano de significación a la operación artística. Este movimiento inició una auténtica revolución en el mundo del arte. 

El propio Duchamp compuso dos piezas entre 1913 y 1915 basadas en operaciones de azar. Una de estas, Erratum Musical se representó por primera vez en la Manifestación Dada el 27 de marzo de 1920.

Más tarde, en 1952, John Cage, presenta su icónica obra 4’33”, en la que simplemente, un pianista (aunque la obra está pensada para cualquier instrumento o ensamble) se queda en silencio, sin hacer nada, durante el período pautado por el título: cuatro minutos y treinta y tres segundos. La capacidad para forzar la reflexión acerca de aspectos teóricos (a qué se llama arte, qué es el sonido y qué es el silencio, la existencia o no del silencio absoluto) sumada al efecto de tomar conciencia sobre la percepción del sonido, la convierten en una obra indudablemente importante, importancia distinta de la de una obra de concierto tradicional, incluso de una obra de concierto sumamente disonante. Cage incita a la reflexión sobre el concierto como institución, el culto al intérprete, el disco y los hábitos de los melómanos.

John Cage (1912 - 1992) Música de los Cambios para piano

Marcel Duchamp (1887 - 1968) Erratum Musical

John Cage (1912 - 1992) 4’33”, versión para Orquesta

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